Estos días, Alisa sólo piensa en Kenta. Incluso los malolientes zapatos de Kenta son suficientes para hacerla entrar en un estado de placer. Un día, Alisa se masturba en la entrada de la casa. Cuando un visitante inesperado llama al timbre, su excitación aumenta. Se mira en el espejo y contempla su reflejo, una mujer que ha perdido por completo la pureza que tenía antes.
"¡Oh, me he convertido en una pervertida! (dicho con voz lasciva)"
Alisa llega al clímax y se corre. No puede esperar a lo que Kenta tiene preparado para ella a continuación. Un día, Alisa deja caer una olla en la cocina. Cuando Kenta entra, Alisa le pide que la castigue. Alisa se pone un uniforme de sirvienta y Kenta le pide que le sirva. Entonces se le ocurre una idea. ¡Puede hacer lo que quiera con Alisa! Como dice el refrán, ¡vergonzoso es el que rechaza la invitación de una mujer! Y así comienza... es el lascivo rincón de la cultura japonesa de Kenta. ¡Arreglada y con un auténtico uniforme de sirvienta! ¡Hay romance bajo su falda! ¡Servicio de criada con orejas de gato! ¡La leche de mamá gata va por todas partes, y la polla de Kenta va a toda velocidad! ¿Se trata ya de la cultura japonesa? ¡A quién le importa! ¡Es sexo!