Al regresar a la isla natal de su madre tras su repentina desaparición, Ryo cree que la respuesta al extraño comportamiento de su madre está en sus orígenes. A pesar de que su madre le había pedido que no volviera a esa isla y que nunca se relacionara con Hotaruko, Ryo cree que hay que hacer algo para explicar el excéntrico comportamiento sexual de su madre y lo que le hacía actuar de forma tan extraña. Sin embargo, lo que Ryo nunca contó fue que la isla contenía un oscuro culto carnal que atraía a mujeres desprevenidas para sacrificarlas con sangre, las seducía hasta sus puntos más altos de éxtasis y luego las mataba brutalmente con sangre como ofrenda a su dios; el maestro Mizuno.